lunes, 29 de diciembre de 2014

Leído: Los nadadores de Joaquín Pérez Azaustre


Me gusta leer novelas donde se hable de piscinas, y es que aunque no soy una nadadora especialmente buena, me gusta mucho hacerlo, y me relaja muchisimo, e intento ir un par de veces por semana a nadar. Y esta obra habla de un nadador, aunque en el título se hable de muchos, la novela la protagoniza un único nadador. Este nadador Jonás, un nombre bíblico que implica muchas cosas, va a nadar cada mañana a una piscina alejada de su casa y así se va dando cuenta de forma lenta que la gente a su alrededor y en toda la ciudad está desapareciendo, empezando por su madre, y aquí es donde la novela que te esperas haga un giro hacia una búsqueda del porqué de esto, se vuelve kakfiana y Jonás no hace nada, y continua nadando, y haciendo las mismas cosas que cada día.
A pesar de este giro argumental que echa por tierra mi deseo del saber del por qué la gente desaparece, me ha gustado mucho, y es que la explicación de las sensaciones en la piscina me conmueven.

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El nadador contempla su futuro: así lo hace Jonás cada mediodía, cuando comienza a encadenar brazadas, mientras al otro lado de las vidrieras de la planta de arriba del pabellón unas sombras esbeltas parecen observarlo; pero no sólo a él, sino también al resto de los nadadores. Para nadar en esa piscina, Jonás cruza toda la ciudad: es una de las pocas rutinas que le quedan de cuando todavía vivía con Ada, muy cerca de allí, en la zona norte, de altos rascacielos, y la fotografía aún le importaba como algo más que una manera de ganar dinero. Ahora vive solo, en un estudio al sur de la ciudad, y se conforma con ver la vida de los otros. Novela sobre la soledad y el sentido de la existencia, profundamente simbólica y de clara raigambre kafkiana, Los nadadores refleja el vacío y el sentido de pérdida de la vida contemporánea. Esta nueva novela de Joaquín Pérez Azaústre lo confirma como uno de los principales narradores de su generación.

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