martes, 31 de agosto de 2010

Leído: Maletas pérdidas de Jordi Punti

Sigo con atención la obra de Jordi Puntí, aparte de ser vecino de barrio y verlo pasear a menudo en un paseo muy amigable que tenemos, me interesa mucho su obra. La mayoría de las cosas que he leído han sido cuentos, y esta novela me ha sorprendido y gustado, especialmente cuando menciona mi barrio de origen y su nacimiento y evolución. Cómo siempre encuentro que los personajes femeninos de los escritores hombres son flojos y no me gustan, pero aquí sale mi vena feminista. Aún así me ha gustado y lo recomiento, de hecho ya lo he preparado para que lo lea mi hermana, seguro que le hace gracia que hable de nuestro barrio.

Maletas perdidas se presenta como una novela de corte ambicioso, un recorrido por la vida de un protagonista que, curiosamente, no aparece en todo el texto en carne y hueso, ya que sus peripecias son reconstruidas por otros. Jordi Puntí ha escrito una obra muy sólida y de un desarrollo impecable, si bien adolece de una cierta falta de coherencia estilística y de un tramo final poco menos que rocambolesco.

El libro cuenta la historia de Gabriel Delacruz, un camionero barcelonés que ha viajado por toda Europa desde los años sesenta y que desaparece sin explicación. Su hijo descubre en el piso de su progenitor indicios de que tiene otros hermanos desconocidos y pronto descubre que Gabriel tenía cuatro familias distintas en Francia, España, Inglaterra y Alemania. Los cuatro hermanos fruto de esos enlaces se alían para intentar averiguar dónde está su padre: gracias a algunos descubrimientos y a antiguas amistades, entre todos comienzan a tejer (en forma de narración) la existencia de ese aventurero infatigable.

La principal virtud de Maletas perdidas es el retrato que esos narradores hacen del protagonista ausente. La figura de Gabriel cobra entidad gracias a las miradas de otros, lo cual hace que algunos aspectos de su carácter se aborden desde ópticas peculiares. Esta virtud es también, paradójicamente, el mayor defecto de la novela, ya que Puntí no hace demasiadas distinciones entre los relatos (y, por tanto, entre los tonos) de los cuatro hijos del camionero; los estilos se superponen como si de una sola voz se tratase, lo cual resta un poco de credibilidad al conjunto. Es cierto que el experimento aguanta bien ese tropiezo, ya que la narración es vigorosa y entretenida, y las desventuras del protagonista enseguida atrapan la atención. Sin embargo, se echa en falta una mayor ambición a la hora de desarrollar esa propuesta narrativa, que hubiera dado un toque de frescura a lo que al fin y al cabo no es más que una narración más o menos convencional.

Incluso los escenarios donde se sitúa la acción tienen un punto de irrealidad que quizá se deba a esa indefinición de los narradores. Los ambientes están descritos con precisión, sobre todo la Barcelona de los sesenta y setenta, pero carecen de entidad; al focalizar la atención sobre Gabriel, al otorgar todo el peso del texto a la creación de un personaje desde la nada, el autor relega a un inevitable segundo plano cualquier otro elemento. No es esto un demérito, ni mucho menos, aunque en algunas ocasiones se percibe una cierta falta de coherencia escenográfica que roba verosimilitud a la historia.

Con todo, el protagonismo del esquivo Gabriel es tal, que los tropiezos formales pasan desapercibidos. La inercia de una trama elaborada, interesante y con un punto de intriga hace que la novela se lea con fruición y que los errores no alcancen categoría de garrafales. Las últimas páginas, momento en que la acción da un giro inesperado, son quizá las más prescindibles. Lo que hasta entonces había sido una historia elaborada y dinámica, con un protagonista que construido con meticulosidad y con un desarrollo inteligente, desemboca en una conclusión acelerada y ramplona, que casa poco o nada con lo anterior y que deja al lector con la sensación de que hubiera sido mejor dejar de leer un poco antes.

Maletas perdidas es una novela muy elaborada que sólo se malogra un ápice por la ambición de abarcar demasiado: demasiados temas, demasiados estilos, demasiados escenarios. A pesar de ello, Jordi Puntí ha logrado construir unos personajes redondos y de una humanidad desbordante, sin caer en banalidades o tópicos, y manteniendo además una trama inteligente y seductora. Sin ser una obligada lectura, sí que constituye un placer que los narradores apuesten por obras de tan trabajada factura.

Extraido de: http://www.solodelibros.es/19/04/2010/maletas-perdidas-jordi-punti/

lunes, 30 de agosto de 2010

Leído: La resurrección maya de Steve Alten


El pasado verano me leí la primera parte, y ya estaba en la Biblioteca la segunda parte con lo cual me dije ale vamos a leer algo intrascendente, y acerte. Si en el primero todo acaba atado y bien atado, en esta segunda parte no, supongo que lo intentará en la tercera, que con un poco de suerte leere el verano que viene, jejeje...

Por cierto se puede leer via html en
http://www.taringa.net/posts/ebooks-tutoriales/3936751/La-Resurrecci%C3%B3n-Maya.html


21 de diciembre de 2012. El día en que termina el calendario Maya. Hace quinientos años, el Popol Vuh de los mayas profetizó el nacimiento de unos poderosos hermanos gemelos. Jacob, de cabellos blancos y ojos azules oscuros, dotado de cualidades inhumanas que sabe desde el momento de nacer que su destino va más lejos. Su hermano Immanuel, de cabello oscuro, rechaza su vocación genética y desea llevar una vida normal. Pero sólo la combinación de los poderes de ambos podrá resucitar al salvador, su padre, y librar a la especie humana de toda una eternidad repitiendo su propia autodestrucción. Existe un gran tercer poder sobre la Tierra, nacido el mismo día que los gemelos.

lunes, 23 de agosto de 2010

Vivido: Venecia

De viaje a Venecia, un viaje planificado desde hace tiempo. Será igual que las imagenes que tenemos almacenadas en nuestras cabezas. ;)

sábado, 7 de agosto de 2010

Vivido: Verano

Me gusta ir temprano a la playa antes de las 10.00 cuando todavía no han puesto la bandera de la cruz roja indicando el tipo de bandera que tocará ese día. Me gusta irme cuando llegan familías enteras y grupos de amigos para pasar el día. Me gusta ir a la playa a partir de las 18.00 e irme cuando los pescadores ponen todas las cañas. Me gusta ir a coger moras para hacer mermelada de moras. Me gusta ir mirando mis higueras para ver como maduran los higos. Me gustan ver mi granado y sus diminutas granadas verdes. Me gusta comer la ensalada noctura después de un largo día. Me gusta tender las toallas y bañadores mojados.
No me gusta que me piquen los mosquitos. No me gusta comer helados y pensar en lo que me voy a engordar. No me gusta el viento en la playa.